Testimonio

06.12.2012 18:43

 

“Para Dios, nada es imposible”  (Lc. 1, 37)

Por Raquel Guijarro.

Esa es la frase que mejor resume estos días de misión evangelizadora en Minglanilla.

Y…¿por qué? Porque el Señor se ha servido de “mi poco” para hacer “un mucho”.

Desde que comenzamos con los preparativos de la misión en las reuniones que tuvimos en el Obispado, todo iba sobre ruedas, todo era ilusión, ganas de que llegara esa semana…Pero surgió un pequeño imprevisto: la festividad de Santa Cecilia se celebraba el fin de semana de la misión.

Aún así, nuestra ilusión por evangelizar a los minglanilleros no desfalleció y seguimos adelante, poniéndonos plenamente en manos del Señor, para que fuera Él quien guiara nuestra misión y…nunca mejor dicho: “Que fuera lo que Dios quisiera”.

Y…el martes me fui de “avanzadilla” a conocer a los chicos y chicas con los que íbamos a trabajar durante el fin de semana y ya de paso…”hacerle la competencia” a Santa Cecilia.

Allí me reuní con cerca de 50 chicos y chicas de entre 12 y 15 años que a finales de curso van a ser confirmados y…al llegar al lugar donde me reuní con ellos…estaba muy nerviosa, no sabía qué decirles…resonaban dentro de mí las mismas palabras que dijo el profeta Jeremías: “¡Ay Señor! ¡Soy muy joven y no sé hablar!” (Jer. 1,6), pero el Señor me decía, igual que a él: “No tengas miedo, pues Yo estoy contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra” (Jer. 1,8).

Así que…con nervios y al mismo tiempo esa seguridad, me presenté ante ellos, les hablé de mí, de cómo vivo mi fe junto a los Jóvenes Nazaret, y sus caras….expresaban entre admiración, alegría, deseo de querer grupo así…

Durante casi una hora, estuvieron escuchando atentamente todo aquello que les dije…y…viendo la respuesta que ellos nos habían dado yendo esa tarde a la Casa de la Juventud, vi que no podíamos dejar pasar esta oportunidad de evangelizar a estos chicos.

¡¡Y allí que fuimos! El viernes llegamos, nerviosos, los Jóvenes Nazaret a Minglanilla.

Fue un fin de semana intenso, en el que la respuesta de los chavales fue toda una sorpresa. El viernes nos esperaban, impacientes, 20 chicos y chicas, con los que cantamos, rezamos y compartimos toda la tarde y parte de la noche.

Y el sábado…¡¡más chicos y chicas!! Yo no paraba de asombrarme y al mismo tiempo daba gracias al Señor por no dejar de sorprendernos. Con ellos tuvimos una catequesis, un acercamiento a las raíces de nuestra fe, a saber y comprender por qué realmente creemos en Dios y profesamos nuestra fe, y por la tarde compartimos, tras una estupenda comida, juegos, cantos y risas.

Cada momento, cada sonrisa, cada mirada…reflejaba en ellos alegría y entusiasmo.

Un entusiasmo por vivir desde la fe, que a mí no me ha dejado indiferente, e incluso me ha animado a seguir viendo que la misión no terminó cuando nos fuimos el domingo, sino que realmente, comenzó ese día.

Siento que a estos chicos y chicas debemos seguir animándolos y apoyando en su vivencia de la fe. ¿Cómo? Pues con nuestra oración y cercanía, tendiéndoles nuestras manos en todo aquello que necesiten para que no se sientan solos…

Gracias a todas las personas que han hecho posible esta misión. Gracias a todas las personas de Minglanilla que nos han hecho sentir “como en casa”. Gracias a todos los chicos y chicas que han dejado a un lado “sus planes” para vivir este encuentro de la fe con cada uno de nosotros.

Y sobre todo, gracias a Dios por demostrarme, una vez más, que para Él nada hay imposible.