Testimonio de la misión en Minglanilla

28.11.2012 00:00

“...recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (Mt. 19, 29)

 

La semana pasada regalé una sonrisa y recibí dos mil sonrisas más; di mi cariño y recibí el cariño de dos mil más; di mi tiempo y muchos se desvivieron para darme su tiempo. Así es Dios: regala cien veces más de lo que uno da.

La semana pasada estuve en la misión de Minglanilla, donde sucedió este fenómeno tan maravilloso del “ciento por uno”.

Comenzamos el Domingo 18 de noviembre por la tarde con la recepción de las reliquias de San Julián y terminamos el Domingo 25 de noviembre. Desde el primer momento, la implicación de todo el pueblo fue extraordinaria. Por la mañana, nos congregábamos en la ermita del Santísimo Cristo de la Salud para rezar laudes y, por la tarde, continuaba nuestra jornada con el rosario, la Eucaristía, la formación para matrimonios y la catequesis de niños.

Las noches han sido lugar de encuentro con Dios a través de la parábola del hijo pródigo, momentos especiales en los que hemos sentido la intimidad y el gozo de regresar a la casa del Padre.

El resto de la jornada, el equipo de misión que hemos permanecido en el pueblo, nos hemos encontrado con el Cristo sufriente en los enfermos. Ellos han sido reconfortados por los sacramentos de la confesión y la comunión, pero nosotros no nos hemos quedado con las manos vacías, porque hemos contemplado al mismo Cristo.

El fin de semana fue el plato fuerte de la misión. El viernes por la noche tuvimos el acto penitencial que comenzó en la ermita del Santísimo Cristo de la Salud y continuó con el examen de conciencia durante la procesión y la llegada del Santísimo Cristo a la parroquia, donde tuvieron lugar las confesiones.

Esa noche fue “clara como el día”, porque sentí la alegría de ver a tanta gente acercarse al sacramento de la reconciliación. ¡Fue la gran fiesta del perdón!

El sábado por la mañana caminamos de la mano de María rezando el rosario de la aurora y por la tarde celebramos la Eucaristía presidida por D. José Mª Yanguas Sanz, obispo de nuestra diócesis de Cuenca. Al terminar dicha celebración, D. José Mª dio comienzo al Vía Crucis rezando la primera estación en la parroquia. La mirada de los minglanilleros se dirigía hacia un sólo punto: su Santísimo Cristo que subía al monte Calvario.

El Domingo, las reliquias de San Julián visitaron la Pesquera. Esta fue la gran lección de mi Maestro: de los pequeños es el Reino de los Cielos. Todo fue sencillo pero, igualmente, sobrecogedor.

La misa de clausura de la misión tenía el tinte de tristeza propio de las despedidas, pero al mismo tiempo con la alegre esperanza de saber que Cristo Resucitado está entre nosotros hasta el final de nuestros días en los que la unión será más plena.

Con este clima despedimos a San Julián, aunque los que habíamos celebrado la fe juntos, aún nos quedaba evaluar la semana. Comimos en el polideportivo y los frutos no se hicieron esperar. Los minglanilleros dieron su “sí” generoso al Señor comprometiéndose a visitar a los enfermos, rezar laudes en los tiempos fuertes y formar un grupo de matrimonios. Y el equipo de misión manifestó su apoyo para que todo se pudiera realizar.

Esta semana, el pueblo de Minglanilla ha sido tierra buena dando como fruto el “ciento por uno”.

Parecía que íbamos a evangelizar y, en realidad, hemos sido evangelizados. Puedo decir con toda seguridad que, en estos días, me he encontrado con Cristo que nos ha hecho capaces de conocerlo, amarlo y entrar en comunión con Él. Para mí, el pueblo de Minglanilla ha sido un testimonio vivo de la sed que tiene el hombre de Dios, de mi propio deseo y de mi propia sed de Dios.

He celebrado la fe y he actualizado mi amor al Señor. Ojalá que estos corazones encendidos por el fuego del Amor sigan ardiendo y prendan a muchos otros, porque de uno sólo se obtienen cien.

 

H. Mª Victoria de Sta. Teresa de Jesús. ECSF.